Columna Académico Juan Egaña "Crisis Social en Chile: una perspectiva desde la resolución de conflictos"
En días de perplejidad abundan las opiniones de expertos, y otros no tanto, sobre la situación que se vive en Chile, muchos sorprendidos han descubierto la pólvora al constatar que la explosión social que vive el país es el resultado de gobiernos insensibles e indolentes ante un modelo que ha agudizado las diferencias sociales y los abusos que tuvieron su punto de explosión en el alza de las tarifas del Metro de Santiago.
Pero más allá de este discurso que hoy es lugar común, también surgen preguntas del tipo: ¿por qué el gobierno no advirtió esta “olla de presión”?, ¿por qué pocos días antes del estallido social el Presidente declaraba que Chile era un oasis en Latinoamérica?, en resumen, ¿por qué esta situación de sorpresa y estupefacción?.
Transitar de la gestión a la provención de conflictos
El sociólogo estadounidense y especialista en el estudio de los conflictos sociales, John Lederach, reconoció y describió una serie de respuestas que los líderes aplican en situaciones de conflictos, de ellos la estrategia más simple, pero a su juicio más certera cuando se experimentan situaciones de crisis y donde la urgencia manda es la gestión de conflictos, esto es, orientar la solución en la dirección de atender a la emergencia, solucionar los problemas evidentes y manifiestos sin atender a las causas profundas que los provocan, ni considerar las relaciones dañadas ni mucho menos las cuestiones estructurales que gatillan las situaciones.
Dado ese escenario, parece que las autoridades hace décadas solo comprenden las prisas pero no las raíces. En la gestión de conflictos hay una proliferación de tareas, normas y leyes que a gran velocidad se someten al escrutinio de los órganos legislativos para dar cumplimiento a las “demandas sociales”. En ese sentido, un buen ejemplo fue en su momento las medidas adoptadas por el gobierno de Sebastián Piñera para enfrentar el conflicto mapuche en marzo del 2018, las que produjeron la modificación a la Ley Nº 18.314, conocida como “Ley Antiterrorista”, incorporando once nuevas indicaciones que pretendían frenar, lo que en su momento era una aumento de acciones violentas en la Octava y Novena Región y cuya máxima expresión fue la creación del denominado “Comando Jungla”, situación que solo hizo escalar más el conflicto, concluyendo en el asesinato del comunero mapuche Camilo Catrillanca en noviembre del mismo año.
En la actualidad existe consenso en la comunidad científica que los conflictos son una parte integrante de la sociedad y negarlos es no comprender la naturaleza diversa y compleja de la sociedad contemporánea. Una vez resuelta la cuestión de la inevitabilidad del conflicto, el foco entonces se desplaza hacia los métodos o mecanismos para resolverlo, dicho de otro modo, no es problema que existan conflictos, el potencial problema es cómo se resuelven. Cuando la máxima autoridad de una nación, afirma que el país está en una situación de guerra, y el discurso además se acompaña de imágenes que refieren a una resolución armada (presencia de militares, vehículos de combate en las calles, exhibición de armamentos, entre otros) entonces la relación, y por ende la invitación que se construye es que la forma de tratarlo será por la vía de la confrontación violenta, lo que paradojalmente le da espacio a la organización de grupos más o menos constituidos que utilizan la violencia para competir con el espacio militarizado por el gobierno.
El diplomático australiano John Burton antepone al concepto de gestión de conflictos descrito por Lederach el de provención de los mismos, diferenciándola de prevención en el sentido que más que evitar o anticipar situaciones de conflicto, que como ya se indicó son parte integrante e inevitable de la sociedad, busca a través del reconocimiento de las partes confrontadas, aprender de las legítimas diferencias de los otros, de modo de generar medidas de confianza mutua que permitan abordarlos de manera conjunta y no desde la trinchera de cada facción en disputa con la consiguiente distorsión y disonancia que produce la lógica de buenos y malos, correctos e incorrectos. El fin último de la provención no es necesariamente terminar el conflicto, pero sí transformarlo de modo que las diferencias puedan ser expresadas reduciendo con ello la fase de solución violenta de ellos. Pero si los actores sociales del conflicto no son invitados, involucrados y escuchados, los que en el caso de Chile son muchísimos, entonces la tentación de gestionar los conflictos pondrá a la comunidad nacional nuevamente en tensión con consecuencias tan difíciles de dimensionar como las que hoy día se advierten.
FUENTE: www.quintopoder.cl
Publicado lunes 28 de Octubre 2019.