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Columna de Opinión académico Patricio Herrera en El Mercurio de Valparaíso: “Rediseñar las actividades productivas de la región”

3 de Septiembre 2020

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La pandemia tiene múltiples consecuencias, expresadas en lo sanitario, las recomposiciones del tejido social, la paralización de la producción, la contracción en el mercado laboral y una recuperación que será más lenta de los esperado. Los indicadores e la región de Valparaíso están en coincidencia con muchos de estos resultados negativos. Por eso cualquier plan de reactivacion económica para la región necesita con urgencia rediseñar sus actividades productivas, para garantizar cohesión social e integración territorial en el largo plazo y no solamente en ciclos de bonanza.

Como bien sabemos, la economía de la región -y el país- posee una matriz productiva concentrada en commodities. La actividad portuaria (San Antonio, Valparaíso, Quintero) y los múltiples servicios asociadas a ella es dependiente de los shock de demanda y vulnerable a las fluctuaciones de los precios en el mercado financiero internacional, todos factores externos que se han vuelto aún más volátiles con guerras comerciales entre las potencias económicas mundiales, y que con el actual estado sanitario mundial han tenido efectos mayores de los esperados.

La agroindustria y la minería, actividades que son las dinamizadoras de la economía regional, han tenido un impacto ambiental y social acumulativo sobre los territorios y sus comunidades, cuestión que se expresa en 4 hechos observables:

1-Explotación intensiva de recursos naturales no renovables, tales como energías y metales. 2-Alteración de los ciclos biológicos de múltiples especies y sobreexplotación de las mismas, impactando fuertemente la biodiversidad regional. 3-Modificación del mundo natural, creando productos inexistentes o transformando su proporción, como en el caso del CO2, teniendo incidencias sobre la contaminación, el efecto invernadero y la destrucción de biotopos. 4-Ocupación y alteración de los espacios naturales, con resultados desvastadores en el suelo fértil, extensión de la desertificación e intensificación de la compactación.                                                                                                        

Las actuales limitaciones que se registran en el modelo económico lineal, que hasta hace poco se defendía como un dogma, son una interpelación para rediseñar las actividades productivas y sus encadenamientos, dada la fuerte carga en la deuda ambiental, económica y social que han generado el neoextractivismo y el rentismo, público y privado.

Las fallas del mercado, el Estado subsidiario, la baja inversión en capital físico y humano, la insuficiente inversión del empresariado en en I+D+i en la región, donde solo el 25% lo ejecutan empresas privadas, la decreciente productividad laboral y gerencial, reglas del juego económico cambiantes, desconfianza en las instituciones, son algunas de las razones más reiteradas de la última década para justificar nuestro menor desempeño económico nacional y regional.

Sin embargo, existen todas las condiciones para planificar en la región otra forma de producir y emprender actividades económicas que consuman menos materia y energía. El uso de tecnologías que favorezcan la sustentabilidad, como la reutilización de las aguas y fuentes de energías limpias; la rematerialización de las manufacturas, reutilizando y reciclando mucha de la basura producida y esparcida por el territotio; hacer más con menos en materia de integracion del puerto con las diversas actividades propias de la ciudad y el turismo; contribuir a una ética sostenible en materia de producción y consumo, promoviendo servicios de usuarios más que incrementar los propietarios; son todas buenas razones para confiar en una economía solidaria donde se sitúen las comunidades, sus necesidades, sus relaciones y su entorno en el centro de los encadenamientos productivos.

Estado, gobierno regional/local y empresas debieran coordinar una gobernanza colaborativa, para que la región de Valparaíso proporcione oportunidades equivalentes a sus habitantes, tales como: participación de las comunidades en las decisiones productivas; integración de la mujer en las distintas actividades de la región; dotar de mejores servicios e infraestructura a los territorios; proteger los bienes comunes; reformular la educación y formación profesional con identidad regional; incentivar clústers de I+D+i.

Las mejores políticas públicas necesitan evidencia y opciones de salida. Ahora el desafío es discutir y ejercer acciones -ojalá entre múltiples colectivos- concretas para avanzar en un rediseño productivo innovador a nivel regional.

FUENTE: Diario "El Mercurio de Valparaíso".

Publicado jueves 03 de Septiembre 2020.